La idea es la siguiente. Los seres humanos somos capaces de llevar a cabo toda clase de ‘funciones’: podemos enamorarnos, cantar, reflexionar, componer música, tener afectos, disfrutar de un buen libro, etc. Pero ¿cómo podría un objeto meramente físico llevar a cabo todo ese tipo de funciones sofisticadas? Por lo general suponemos a la mente o lo mental como algo mucho más sofisticado que lo meramente material, pero si aceptamos la identidad entre lo mental o lo material entonces tendríamos que decir que, en alguna situación dada, tanto lo mental como material serán igualmente sofisticados en tanto son lo mismo.

Pero pensemos en casos de objetos físicos típicos, por ejemplo una piedra. ¿De qué tipo de funciones es capaz una piedra? No de demasiadas, la piedra puede moverse de acuerdo a las leyes de la física. Si está en un estado de reposo permanecerá en ese estado, si está en un estado de movimiento permanecerá en ese estado, así hasta que se le aplique una fuerza. Consideremos los átomos, los cuales componen todo objeto físico conocido excepto partículas elementales que a su vez componen átomos (como los quarks o electrones). Si asumimos la física clásica lo más que podemos decir de los átomos es que se moverán acorde a las leyes de la física y en sus interacciones con otros átomos formarán compuestos químicos. ¿Cómo pueden objetos físicos así componer a un ser capaz de reflexionar, amar, descubrir, hablar, componer música, etc.? Es crucial sin embargo notar todo lo que hemos dejado fuera de estas consideraciones preliminares. Para empezar quizá los átomos sólo puedan llevar a cabo funciones muy básicas, sin embargo los elementos que componen tienen un nivel de complejidad muy superior. Varias moléculas de agua pueden congelarse, fluir, evaporarse, flotar, etc. Análogamente, en el caso de la piedra parece que escogimos un objeto particularmente simple para ejemplificar. Shelly Kagan, filósofo de Yale, sugiere como un ejemplo más adecuado un teléfono celular o un radio. Ciertamente un teléfono celular es un objeto físico, pero para nada un objeto físico como la piedra, es mucho más complejo y es capaz de toda clase de funciones. Kagan llama a las funciones que puede llevar a cabo un objeto físico P-funciones. ¿Cuál es la incoherencia en suponer que el cuerpo humano es capaz de P-funciones mucho más complejas que la piedra, el teléfono celular, el radio, etc.? Parece que no tenemos razones a priori para decir que un objeto físico no podría llevar a cabo funciones cada vez más sofisticadas.
Siguiendo la línea argumental de arriba podemos considerar otro ejemplo adicional. Tengo en mente a Asimo, un robot humanoide creado por Honda. Cualquier persona puede ingresar a Youtube y observar a Asimo caminando, corriendo, guiando a una persona, deteniéndose ante obstáculos, respondiendo a diferentes comandos, comunicando diferentes cosas e inclusive dirigiendo una orquesta. Es posiblemente el robot humanoide más sofisticado diseñado hasta la fecha. Pero Honda diseñó a Asimo a partir de partes físicas, como plásticos, metales, cables, circuitos, sensores, etc. Pese a ello, Asimo es capaz de una impresionante gama de P-funciones. Ahora, considerando a detalle el cuerpo humano, con un cerebro que contiene aproximadamente 10,000 millones de neuronas con aproximadamente 10, 000 conexiones sinápticas entre las mismas ¿no es acaso de lo más plausible que si una persona es un objeto físico, entonces es un objeto físico que tiene una enorme gama de P-funciones correspondientes a su complejidad fisiológica?
Parece que visto de esa manera el argumento de la función se viene abajo. En tanto no muestra que una condición necesaria para la sofisticación en funciones, es la existencia de una mente inmaterial. Luego la sofisticación en funciones no es suficiente para una mente inmaterial. Pero una explicación en términos de funciones que asume sólo materia, respeta el constreñimiento metodológico de la economía (postula sólo las entidades que sean necesarias para la explicación) y es más armoniosa con la visión científica del mundo. Luego, la inferencia a la mejor explicación de las funciones nos lleva al materialismo. Este es un esbozo preliminar de un problema muy elaborado.


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Habíamos dejado pendiente la cuestión de cómo podíamos combinar las respuestas a las dos preguntas fundamentales, y prometí dar algunos ejemplos. Recordemos que teníamos las siguientes respuestas: para la pregunta cuantitativa, (i)-(iii); y para la cualitativa (a) y (b), como sigue:

(i) un objeto puede cambiar todas sus propiedades y seguir siendo el mismo;
(ii) un objeto puede cambiar algunas pero no todas sus propiedades si es que ha de retener su identidad;
(iii) un objeto no puede cambiar ninguna propiedad: el cambiar una sola implica que “desaparece del mapa”;
(a) hay un cierto tipo de propiedades, llamémoslas esenciales, tal que si un objeto pierde alguna de sus propiedades esenciales, entonces “desaparece del mapa”;
(b) no hay ningún tipo de propiedades tales que, si un objeto pierde alguna (o incluso todas) de ellas, deja de ser el mismo.
Ahora veamos un poco más a fondo las cinco respuestas.
Una respuesta del tipo (i) diría, en el caso de mi computadora, que ésta puede cambiar todas sus propiedades y aún así seguir siendo la misma. Por ejemplo, puede dejar de tener la propiedad de tener a su teclado actual como parte, puede dejar de tener la propiedad de tener el mismo botón de apagado que tiene ahora, y así sucesivamente. Llamemos “Chompi” a mi computadora. Si Chompi puede dejar de tener todas sus propiedades, entonces también puede dejar de tener la propiedad ser una computadora. Así que la respuesta (i) implica que mi computadora podría no ser una computadora –y aún así seguir siendo el mismo objeto: Chompi. Pero si puede cambiar todas sus propiedades, puede cambiar la propiedad ser una computadora por la propiedad ser un ser humano. Incluso podría adquirir la propiedad ser un objeto matemático. Esto nos puede parecer al menos extravagante, pero es lo que la respuesta (i) permite: si un mismo objeto puede cambiar o intercambiar todas sus propiedades, entonces puede intercambiar cualquier propiedad con otro objeto (que, suponemos, también puede cambiar o intercambiar todas sus propiedades). Así que Chompi y Felipe Calderón pueden intercambiar las propiedades ser una computadora y ser un ser humano. De hecho, permite algo todavía peor: mi computadora, llamémosla Chompi, puede dejar de tener la propiedad ser Chompi. Es decir, puede dejar de tener la propiedad ser idéntica a sí misma. Esto es contradictorio: es una ley de la lógica que cualquier objeto es idéntico a sí mismo. Así que el tipo de respuesta (i), sin restricciones, es lógicamente contradictoria.
Por suerte, los que responden a la pregunta cuantitativa con el tipo de respuesta (i) pueden librarse de la contradicción, restringiendo su postura pero conservando su espíritu. El que sostiene esta postura puede decir que un objeto puede perder todas sus propiedades, excepto por la propiedad ser idéntico consigo mismo –y, por supuesto, excepto también por todas aquéllas propiedades que sean tales que: el no poseerlas implica lógicamente el no poseer la propiedad ser idéntico consigo mismo. Las dificultades con esta posición son al menos dos: primero, decir cuáles propiedades son del tipo que: el no tenerlas implica el no ser idéntico consigo mismo; segundo, explicar cómo la extravagancia que postula (el que mi computadora podría no haber sido una computadora, sino, por ejemplo, un planeta) nos ayuda a explicar el cambio modal sin traernos problemas más graves a bordo. La teoría que defiende una respuesta del tipo (i) se conoce como teoría de la identidad desnuda (bare identity theory) o, a veces, hacceitismo. [1] En esencia, la idea es que toda propiedad que no implique lógicamente la identidad de un objeto x consigo mismo, es una propiedad que x puede o no tener. Esta postura ha sido expuesta y problematizada por gente como David Kaplan (“How to Russell a Frege-Church”), Graeme Forbes (“A New Riddle of Existence”) y Max Black (el hablante B en “The Identity of Indiscernibles”); y ha sido defendida por gente como Robert Adams (“Primitive Thisness and Primitive Identity”) y Penelope Mackie (How Things Might Have Been, especialmente el capítulo 9).
La teoría de las identidades desnudas parece poder combinarse con ambas respuestas a la pregunta cualitativa, siempre que haga ciertas restricciones. Una teoría del tipo (i a) diría que un objeto puede cambiar todas sus propiedades, excepto por las propiedades esenciales. Las propiedades esenciales serían todas y sólo aquéllas que sean tales que: el no tenerlas, implique lógicamente la diferencia consigo mismo. Una teoría de tipo (i b) diría que una misma cosa podría cambiar todas sus propiedades, incluso la propiedad de la autoidentidad. Al enfrentarse con la respuesta de que la lógica pura afirma que todo es idéntico consigo mismo, el defensor de la teoría (i b) se pondría a trabajar en dar un nuevo fundamento lógico a su teoría: trabajaría en hacer coherente la idea de que la identidad es contingente. Es decir, trataría de hacernos inteligible cómo es que un mismo objeto, digamos O, podría haber sido otro u otros objetos. Esta teoría se conoce como la teoría de la identidad contingente. (Véase Alan Gibbard (“Contingent Identity”) y Yablo (“Identity, Essence and Indiscernibility”) para teorías de identidad contingente).
La respuesta de tipo (ii), que dice que un objeto puede cambiar algunas pero no todas sus propiedades, también tiene el problema de decirnos qué propiedades sí puede cambiar y cuáles no, relativo a cada tipo de objetos. Pero puede dar el comienzo de una respuesta, si se combina con la respuesta (a). Una respuesta del tipo (ii a) dirá que hay cierto tipo de propiedades, las propiedades esenciales, tal que un objeto no puede perder ninguna propiedad esencial si es que ha de seguir siendo el mismo. La postura que defiende esta respuesta se conoce como esencialismo. (A diferencia de la postura que defiende (i a), el esencialismo defenderá que hay propiedades esenciales tales que: el no poseerlas no implica lógicamente el poseer la propiedad de la autoidentidad). Aunque las propiedades esenciales han sido definidas de varias maneras, parece ser que generalmente se las ha tomado como las propiedades más ligadas a la identidad (o existencia) del objeto. Podemos dar una definición de esta postura en el marco de la lógica modal, lo que queda todavía por responder es cuáles propiedades han de contar como esenciales para qué tipo de objetos.
La respuesta de tipo (ii) también puede combinarse con la respuesta de tipo (b), pero parecería una respuesta al menos extraña. La respuesta (ii b) diría que un objeto puede cambiar sólo algunas de sus propiedades, pero no hay ningunas propiedades más “especiales” cuya pérdida implique también la pérdida de la identidad (excepto, claro, por las propiedades tales que el perderlas implique por pura lógica la pérdida de la identidad). Es decir, la espuesta (ii b) sería una respuesta anti-esencialista que no admitiría que un objeto podría haber sido completamente diferente: aunque sí hay un límite, el límite no es “uniforme”: no hay propiedades esenciales para cada tipo de objetos, sin embargo, estos objetos no podrían ser completamente diferentes.
La respuesta de tipo (iii), que afirma que un objeto no puede cambiar ninguna propiedad, suele conocerse como esencialismo extremo, esencialismo máximo o superesencialismo. Parece que la combinación de (iii) con cualquiera de (a) o (b) resulta en la misma teoría. Pues si decimos que un objeto no puede cambiar ninguna propiedad, no importa si las que no puede cambiar sean propiedades de un cierto tipo o no: simplemente no puede cambiar ninguna. El problema con el superesencialismo está en explicar por qué tenemos la intuición de que las cosas de hecho pueden cambiar y seguir siendo las mismas.
Varios filósofos han sostenido varios tipos de superesencialismo. Por ejemplo, según muchos intérpretes, Georg Willheim von Leibniz sostuvo una teoría superesencialista en su Discurso de metafísica (de 1686). Roderick Chisholm sostuvo el esencialismo mereológico, que dice que un objeto no puede perder ninguna de sus partes sin perder también su identidad (por ejemplo en Chisholm 1979, apéndice B; 1989, capítulo 7). Y han habido filósofos que ven, en la filosofía de David Lewis, una teoría superesencialista. Para ver la razón de esto, antes diremos –en el siguiente post-- más sobre la lógica modal.

[1] Del latín “hacceitas”, esteidad, la propiedad ser esta cosa y no otra, propiedad que es justamente la identidad de x consigo mismo. Mi hacceidad es mi propiedad ser Carlos. El filósofo Robert Adams (1979) fue quien reintrodujo esta terminología, siguiendo a Duns Escoto.


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La Pluralidad de los Mundos es un proyecto de difusión de la filosofía. Somos un grupo de gente pensante que compartimos la creencia de que el conocimiento filosófico puede contribuir mucho a un sano desarrollo de la cultura pública, mientras que también sabemos que la filosofía no siempre es de fácil acceso. Creemos, en resumen, en la necesidad de difundir la filosofía. (Seguir leyendo»)

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Czesław Miłosz: "Exhortación"

Bello e invencible es el intelecto humano
ni rejas, ni alambre de púas, ni condenar los libros al despiece,
ni tampoco una sentencia de exilio pueden nada contra él.
Él establece en la palabra las ideas universales
y nos guía de la mano, escribimos entonces con mayúscula
Verdad y Justicia, y con minúscula, engaño y humillación,
él, por encima de lo que es, eleva lo que debiera ser,
enemigo de la desesperación, amigo de la esperanza.
Él no conoce judío ni negro, esclavo ni señor,
cediendo a nuestro gobierno el común patrimonio del mundo.
Él, de entre el impúdico estrépito de las palabras trituradas,
salva las frases austeras y dignas.
Él nos dice que todo es siempre nuevo bajo el sol,
y abre la mano yerta de lo que había sido.
Bella y muy joven es la Filosofía
y su aliada al servicio del Bien, la poesía
Apenas ayer la Naturaleza celebró su nacimiento,
lo anunciaron a los montes el unicornio y el eco.
Gloriosa será su alianza, ilimitado su tiempo.
Sus enemigos se condenaron a sí mismos a la destrucción.
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